Cuando en febrero de 2018 surgió la cuestión de volver al pueblo donde viví en Gipuzkoa, pensé en lo que dejaba en cada lado. En Gipuzkoa colegas, grupo de música. En Bizkaia asuntos políticos, más salsa, y Ausartzen.
Acabé en Ausartzen porque leí un anuncio en el boletín de Erandio en el que solicitaban personas voluntarias. No porque fuera mi vocación, ni porque fuese miembro de la familia Marista. Hasta entonces había tenido (y sigo teniendo) un recorrido militante más relacionado con lo político. Me decía a mí mismo “voy a estar en Ausartzen para echar una mano a personas que lo necesitan”. Ya. Claro. Luego era del revés. Llegaba del curro a Ausartzen reventado y recargaba las pilas con vuestra energía. Curiosidad, despiste, aprendizaje, diversión, mala leche, buen rollo, rebeldía (¡Siempre con el espíritu de desafiar a la autoridad injusta!), amistad… Son muchos los sentimientos y las emociones que se juntan cuando quieres echar una mano en el proceso del aprendizaje.
Después llega el momento en el que “al final te enseñan a ti”. Pero de la misma manera que les decimos a chicos y chicas que no se cierren, nos pasa igual: si vamos con el rol de profesores, pero la mente cerrada, no aprendemos nada: vamos con nuestros métodos estancos, con nuestra chapa, con nuestra manera fija de relacionarnos con vosotras, y vuelta a casa. Lo bonito es cuando aprendes que cada persona tiene una manera de ser y de actuar: una manera de aprender. Esto supone despertar la curiosidad, desde el respeto y desde tu misma posición: no soy más que tú…
Sobre este tema, desde el primer momento os dais cuenta de que no somos exactamente lo mismo las personas voluntarias y las que trabajan en el espacio de Ausartzen. Quizás ese hecho permite una relación mucho más horizontal entre las personas voluntarias y vosotros, de la cual me beneficié: yo apenas ponía reglas, no os imponía límites estrictos. Yo solamente intentaba echaros una mano con los estudios y era vuestro compañero de ping-pong o futbolín. Nadie se enfadaba conmigo. Ese rol es muy agradable, algo de lo que fui consciente los dos cursos que anduve por aquel bajo de la plaza Europa.
Esto no significa que no haya situaciones en las que sea difícil actuar. Situaciones en las que hay que calmar los ánimos. En las que hay que explicar las cosas. En las que hay que dejar un espacio personal de desahogo. Y ahí las personas formadas en las cuestiones sociales tienen un papel muy importante, para que la situación no se desboque en los momentos más duros. Desde aquí aprovecho para mandarles un saludo.
Y así llego al final de mi paso por Ausartzen. Muchas vivencias: amistades entre generaciones, vuestro esfuerzo en el día a día, reflexiones sobre pedagogía (que ahora aplico en mi entorno) y muchos, muchos buenos momentos. Eso sí, no hay que vivir de recuerdos. Así que peña, a seguir trabajando por un mundo menos injusto allá donde estemos.
Tengo una visita pendiente a Erandio. Ez kezkatu, ez dut ahaztu!